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CONOCEMOS UNA HISTORIA

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1.Después de llegar a casa, Carla ha preguntado a sus padres por qué el agua del mar es salada, Y, en vez de responderle, le han enseñado una historia que explicaba qué podía haber pasado.

 

EL MOLINILLO MÁGICO


¿Os habéis preguntado alguna vez por qué el agua del mar es salada? Si los ríos, los lagos, los riachuelos o los estanques son de agua dulce, ¿por qué el mar es salado?

La solución de este enigma la tiene el señor Alberto. Un día estaba pescando con su nieto, Jaime, y de repente este le dijo:

—Abuelo, tengo sed ¿Puedo beber un poco de agua del mar?

—¡No —le dijo él abuelo—, que es salada!

—¿Y por qué? —le preguntó Jaime»

—Te lo explicaré con una historia mientras pescamos —le respondió el abuelo—.

Entonces el señor Alberto empezó a explicarle la historia de dos hermanos:

—Uno era un sencillo pescador, pobre como una rata, pero más bueno que el pan, y el otro era un capitán de barco, muy rico, pero egoísta y avaro. El pescador, que hacía días que no comía porque la pesca iba mal, fue a casa de su hermano a pedirle ayuda. El capitán, que era un tacaño, le dijo que él no alimentaba a vagos y lo echó de su casa.

El pobre pescador salió de casa de su hermano con más hambre todavía y, mira por dónde, se encontró con una vieja que pasaba por el camino.

—¿Qué te pasa? —le dijo la vieja, extrañada.

—Es que estoy hambriento y mi hermano no me quiere ayudar —respondió el pescador.

Y, de repente, la vieja sacó un molinillo de debajo del delantal y se lo ofreció al pescador.

—Con esto conseguirás resolver todos tus problemas! —le dijo la vieja.

—¿Qué quieres que haga con esto? —dijo el pescador mirando el molinillo.

—Este molinillo es mágico. Sólo le tienes que decir «Molinillo, muele», y lo que estés pensando se hará realidad. Y cuando quieras que se pare, sólo le tienes que decir «Molinillo, para de moler», y ya está.

El pescador fue a su barraca y, una vez en casa, se dijo:

—Me gustaría tener una casa limpia y espaciosa, con una despensa llena de comida y un huerto con árboles frutales. 

-A ver: Molinillo, muele.

Y sus deseos se hicieron realidad: empezaron a aparecer deliciosos alimentos encima de una mesa muy bien puesta, y en el huerto crecían árboles llenos de fruta. ¡No se lo podía creer, era verdad! ¡La vieja bruja no lo había engañado!

Con la barriga llena y bien vestido, cogió su tesoro y fue a casa de su hermano. ¡Le tenía que enseñar aquella maravilla! El capitán, al ver que la fortuna de su hermano venia de un simple molinillo, lo convenció para que se lo dejara, y el pobre pescador se lo dejó de buen grado. El pescador intentó enseñar al capitán las palabras mágicas que hacían funcionar el molinillo, pero este ya no lo escuchaba. Cogió el molinillo, se fue a salto de mata a su barco y, en un santiamén, se hizo a la mar.

—Vamos, marineros, que haremos negocio —gritaba —. Ya no iremos a buscar sal para venderla: la haremos aquí mismo. Quiero sal —gritaba el capitán—. ¡Molinillo, muele!

Y él molinillo empezó a moler sal y más sal y más sal.

Tanta, que llenó a rebosar la bodega y la cubierta. Y cuando ya estaba a punto de cubrir el palo mayor, el barco se empezó a hundir. El capitán corría por el barco gritando como un loco:

—Para ahora, molinillo, no muelas más. Para, para, molinillo.

Pero nada. Cómo que no decía la frase mágica correcta, el molinillo molía y molía, y al final el barco se hundió, y 'también se hundió el molinillo, que bajo el agua continuó moliendo sal —Y es por eso que el agua del mar es salada, porque el molinillo todavía muele —dice el señor Alberto—. Además, que yo sepa, ningún pescador lo ha pescado ni ha dicho Molinillo, para de moler».

—¡Abuelo, abuelo —dijo el niño—, me parece que he pescado algo!

Veamos…—dijo el abuelo—. ¡Quizás has pescado el molinillo!

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